domingo, 20 de mayo de 2007

Recuento de más de un mes atrás hacia acá

Sé que no son cuarenta y cinco días exactamente que tengo sin dedicarle unos minutos a mi blog bebé rosado helado de fresa y azul helado chicle (goma de mascar, para los internacionales).
La verdad es la siguiente: sí, he estado super ocupada con todo eso de fin de semestre en la universidad y temporada alta en el trabajo, un caos; pero quizás lo que más me haya alejado de este espacio sea el miedo, sí, como lo leyeron, el miedo a tener que enfrentar lo que no estaba lista para encarar.
Resulta, mis amados lectores, que hace más de un mes, el jueves 12 de abril, para ser exacta, Elin, mi ex novio (eso ya lo saben), después de haberme jurado amor eterno y hacerme que lo convenciera de desistir de la absurda idea de continuar de novios a pesar de estar de extremo a extremo del planeta Tierra, durante casi una década (innegociablemente), me dijo las palabras que sospechaba estaba ocultándome, a menos de un mes de habernos separado físicamente y jurarme que volvería para que formáramos un matrimonio ideal ... sí, señores, así es, me dijo que no me amaba más, así sin maquillaje ni anestesia (Gracias a Dios).
Estoy bien, gracias a Dios. Admito que me dolió bastante, pero debo confesar que ya me lo esperaba, que tuve suerte de no aceptar ninguna promesa por considerar su cumplimiento fuera de sus manos.
Honestamente, lo comprendo, no lo culpo y, por supuesto, le deseo lo mejor. Yo misma pensé que sólo un milagro lograría que Elin y yo llegaramos a algo después de su partida, y, para ser franca, quizás hubiese sido un abuso pedirle tanto al Señor cuando en el mundo hay tantas cosas que necesitan de un milagro para ser resueltas. Él es una persona maravillosa, y mientras fuimos pareja yo fui muy feliz, eso no lo cambiará nuestra situación actual.
Gracias a Dios, quedamos como amigos (supuestamente, porque me es más ameno conversar con los desconocidos en los autobuses públicos... suelen ser más elocuentes).
No me arrepiento de nada de mi pasado con él, fue hermoso, una experiencia que guardaré gratamente en mi memoria. Ahora, si me preguntaran si quisiera reanudar la relación entre nosotros, con toda la sinceridad que me caracteriza diría que no.
Es ya una puerta cerrada, gracias a Dios, nuevamente. Agradezco a Dios la experiencia, lo que de ella aprendí y que a su justo momento le haya puesto final con broche de oro, sin discusiones, sin heridas.