lunes, 5 de febrero de 2007

Lo vi ayer





Cinco noches atrás, Elin, mi ex-novio (jamás creí que lo llamaría así), vino a casa para traerme algo y me vio desconsolada por las más de 24 horas que llevaba sin dormir, comiendo apenas lo necesario para la ingesta de los medicamentos que me había recetado mi neumóloga y con la ropa mojada de tantas lágrimas derramadas. La razón era muy simple, estaba en mi peor momento porque habíamos terminado abruptamente cuando el día anterior, cuando rompimos, no me imaginaba al levantarme que no volvería a dormir y mucho menos que sería a causa del fin de nuestro noviazgo.
Ayer lo vi, luego de varios días sin verlo, volvió a visitarme unos instantes para nuevamente dejarme otra cosa. Cuando me avisó que pasaría por mi casa, minutos antes de llegar, mi corazón vibró de alegría y esperanza, me ilusioné al pensar que vería nuevamente el rostro con el que sueño a diario. No podía creerlo.
Bajé las escaleras corriendo al escuchar el timbre, pero al doblar para abrir la puerta, me detuve unos segundos a recuperar el aire. La puerta estaba abierta y al otro lado se encontraban Elin y Antonin, un amigo suyo al que siempre le estaré agradecida por habérmelo llevado unos minutos. No sabía cómo se debe saludar a un ex cuando no ha pasado ni una semana del rompimiento, lo amas y él te corresponde, pero se supone que son amigos y, como si fuera poco, tenía a su mejor amigo al lado.
Pasaron a sentarse en la sala y entablamos una charla sin sentido entre los tres por espacio de aproximadamente media hora. Los muebles en mi sala están ubicados en forma de L en una esquina. Antonin se sentó en el extremo de un sofá y Elin y yo estábamos compartiendo el otro con el espacio más enorme posible entre los dos. No importaba, me bastaba que estuviera en el mismo sillón que yo para mirarlo indirectamente y tratar de disimular una sonrisa ingenua. Les confieso que lo miraba de reojo para que no se diera cuenta de que me moría por verle los ojos y cerciorarme de que todavía brillan de forma especial cuando me reflejo en ellos.
A la hora de ellos irse, me despedí de Antonin con un abrazo y de Elin con otro marcado de manera especial. Me dio como tres abrazos, ya que cuando me soltaba, se devolvía a abrazarme de nuevo. Me dijo que se sentía orgulloso de mí, de mi trabajo publicado en la revista el día anterior. Me dijo que me veía muy bien y que mi cabello estaba hermoso.
Cuando se fue, corrí a mi habitación y me acosté en la cama sólo para seguir soñando despierta con revivir ese abrazo que me dio. Durante horas mi corazón continuaba latiendo más rápido de lo normal y mi rostro no podía ocultar la sonrisa. Parecía una niña que acababa de tener una cita imaginaría con su príncipe. Me entusiasmé tanto de verlo como aquella noche del 3 de diciembre del 2005 en que nos hicimos novios veinte minutos después de habernos dado nuestro primer beso.
No sé que pasará a partir de ahora. No sé si me conviene seguir viéndolo o cortar por lo sano los lazos que quedan entre nosotros. No tengo idea de cuál sería la decisión correcta. Ahora mi dilema es: volver o no volver con mi ex-novio otra vez.
Ya les contaré en que acaba esta historia.

sábado, 3 de febrero de 2007

No lo entiendo



Hasta ahora he aguantado la necesidad de volcar lo que siento en este cofre de mis atesorados secretos ahora compartidos.
El repentino fin de nuestro noviazgo es la razón de mi abatimiento.
Sí, Elin y yo terminamos nuestro noviazgo formalmente el lunes 29 de enero y desde ahí he hecho mis mejores esfuerzos por olvidar lo traumático que para mí es este evento del destino. ¡Y pensar que hoy cumpliríamos 14 meses de ser novios! ¡Pensar que hace dos semanas todo estaba perfectamente bien y feliz entre nosotros!
Las razones son un poco complejas. Digamos que su inminente viaje a Taiwán ya había marcado el fin de nuestra relación de pareja. Así es, se irá a vivir a Taiwán por ocho años, al otro lado del mundo, el mes que viene. El detonante de este caos: un asunto que tendría solución de no ser que nuestro noviazgo tenía los días contados y este rompimiento ha sido sólo un adelanto de lo que vendría luego, inevitablemente.
¿Por qué me siento tan mal si ya sabía que esto pasaría? ¿Por qué siento que muero segundo a segundo si ya me había resignado a que se acabaría nuestra hermosa relación? La respuesta ni yo la entiendo. ¿Notaron que escribí: ´´…ni yo la entiendo´´? No, no fue un error, es así tal como lo leyeron. No es que no sé la respuesta, es que yo no la entiendo.
Habíamos resuelto quedar como amigos desde que él se subiera al avión que lo llevaría lejos de este país. Hasta aquí, bien. Pero él no se ha ido, le queda un mes. Es ahí donde de estar bien pasa a estar muy mal. Esa es nuestra famosa respuesta que sí sé y no entiendo. El saber que aún le quedan unas semanas y no estar con él aprovechándolo es lo que me tiene sumergida en un mar de grises.
Ahora viene la parte que no entiendo y quizás ustedes tampoco. ¿Por qué no estamos juntos? Si me paso todo el día y la noche deseándolo conmigo y él me manifestó lo mismo, ¿por qué no volvimos a nuestro soñado noviazgo? ¿Por qué no puedo simplemente olvidar la tontería por la que nos separamos y disfrutarlo los días que le quedan en esta isla? Ya les dije, no entiendo. Sé que me quiere y ustedes no imaginarán jamás cuánto lo amo yo a él, pero no puedo ser su novia de nuevo. Lo que no entiendo es cómo le aconsejaría a otra persona en mi lugar que haga a un lado lo que pasó, borre de su memoria esta horrorosa semana e intente vivir intensamente este mes como si fuera un regalo divino, pero yo misma me siento incapaz de seguir esa instrucción. No entiendo por qué tengo que ser tan racional y emocional al mismo tiempo.
Sí, a mí me parece que esa es la clave de mi depresión, ahí es donde acepto mi culpa. ¿Por qué no acabo de entender que la razón te lleva al éxito pero que no sabe a nada sin la emoción de haberlo alcanzado? Y se preguntarán: ¿por qué esta muchachita se ahoga en un vasito de agua? Pues ese es el problema, eso es lo que no entiendo. ¿Por qué si sé que me hará sentir mucho mejor y puedo hacerlo, no lo hago? ¿Por qué? Les diré que, además de que temo pasar por otra ruptura con él, lo cual será inevitable si volvemos juntos, no puedo olvidar lo ilógico que es recomenzar una relación con los días marcados. ¿Cuál es la gracia de vivir sólo un mes de noviazgo y saberlo desde antes? Yo no lo entiendo.
Tal vez algún día lo pueda comprender ... quizás tú me ayudes a hacerlo.

jueves, 1 de febrero de 2007

Bien

En estos días no me he sentido muy bien. He tenido problemas con mi salud, mi familia, mi trabajo, mis relaciones sociales y, lo que más me ha dolido en la vida, con quien hasta hace unos días era mi novio.
Anoche, mientras trabajaba en la computadora para entregar mi artículo esta mañana, se me abrieron varias ventanas de conversación del messenger. Todos mis contáctos, y muy posiblemente los tuyos también, iniciaban la conversación de la misma manera aunque de uno a otro variaran las palabras: hola, cómo estás?, cómo te encuentras?, qué me cuentas de tu vida?, etc. A todos mis interlocutores les respondí automáticamente : ''bien''.
Consultando el diccionario, sólo para reforzar mis líneas, encuentro varios significados para la palabra ''bien''; entre ellos destaco los que me interesan, los que se relacionan con la semántica de este adverbio, entre ellos: favorable, beneficio, conveniente y bienestar.
Con mi estado de ánimo tan lejos de lo positivo, el contestar ''bien'' a quienes me preguntaron cómo me encontraba resultó ser una mentira. Sí, lamentablemente, una mentira que luego, les confieso, me hizo sentir algo culpable.
Buscándole justificación al porqué de mi instantánea respuesta para la pregunta que ya suena a ''cliché'', obtengo varias explicaciones posibles:
a) la costumbre se impone y no reflexiono ni la pregunta ni mi respuesta;
b) surge como la expresión de mis profundos deseos de que realmente estuviese disfrutando del estado de bienestar que todos anhelamos;
c) es mucho más fácil y cómodo contestar como el servicio de mensajería inmediata que dar todas las razones por las que me encontraba tan lejos de estar en mis óptimas condiciones;
d) todas las anteriores.
En efecto, la cuarta opción es la correcta en el caso de ayer; pero ésa es una escena extraordinaria de mi vida, si se tratase de un hecho común aislado, probablemente la respuesta cierta fuera otra. Ya para comprobarlo, tendré que esperar un tiempo. Luego les contaré de mis conclusiones sobre este absurdo tema.